Por primera vez, post crisis 2001, me encontraba de vacaciones fuera de Argentina. Si bien los destinos buscados dentro del país vecino fueron sus costas más tranquilas, ciertos ritos carnavalescos hicieron que promediando las vacaciones cayera en la Capital del mismo.
Al llegar, la primera noticia en la oficina de turismo fue: “Las Llamadas se suspendieron para mañana por la lluvia”. “Quizás algún Tablado está abierto”, agregó la Chica intentando reconfortarme. Una hora antes de que se suspendan, la Cajera del Tablado me vendió las entradas diciendo que no se suspendía, y a los 60 minutos, con muy pocas ganas, me devolvía la plata.
El rumor de un Tablado techado me dio esperanza y me llevó a la Ciudad Vieja de noche para vivir un poco de turismo aventura, y no extrañar tanto a mi tierra natal. Pero, como bien arrancó el párrafo, no fue más que eso, un rumor y el Tablado, al igual que todos, estaba cerrado.
La última chance para salvar la noche fue seguir la recomendación de la Recepcionista del Hostel en el que paraba, de un bar cerca de la Rambla. Tapas de discos clásicos e imágenes de músicos empapelaban las paredes. La música salía de discos de pasta. Por fin, la noche comenzaba a encaminarse.
Unas cervezas después, nos ponemos a hablar de música con el encargado, tanto del bar cómo de la música.
“Este es Fernando Cabrera, para mí uno de los mejores músicos de Uruguay “, me dijo.
La música, el sonido, las letras, todo me sonaba familiar.
“Se parece a Charly”, le dije. Y, ante su silencio, agregué, inocente: “¿Lo conocés?”
Me miró, sonrió y me lo dijo: “Es inevitable”.
Hoy toca Charly.
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