"Lo mismo se entiende" es el segundo disco de Confucionistas. En este, la banda, originalmente conocida como Daney & Confucionistas, sigue explorando la variedad de ritmos (rock, ska, bossa, reggae, tarantela, chanson) que había mostrado en su primera placa, “Probables éxitos, Vol. 1" (2006), aunque esta vez, al menos en la primera parte, llevándolos a límites más rockeros, tanto en compases como en personajes (místicos, drogadictos y ladrones). Claro que después vendrá el tiempo para bajar (en ambos aspectos también), y aparecerá el costado más sensible (“Teresita”, “Vicky”, “Casanova”). Y si de bajar hablamos que mejor que contar con la melancólica voz de Víctor Heredia en la hermosa “Vicky”.
Las canciones cuentan con la prosa multilingüista de Rafael Daney que parece manejar bien (o mentir mejor) en varios idiomas. En "Humanístico" se luce en Italiano y en la nueva versión de "Bombon du papier" en Francés. Resta el castellano, que lo usa a su gusto y piacere para ironizar, criticar y hacerlo canción en una misma frase: "Asusta tu premura guevarista, tu ensayo altruista sobre el sismo del proletariado, la decadencia de tu apologista que va en detrimento con tu establishment fascista, te alista la caterva leninista y el discurso marxista sobre el dogma imperialista. Adiós a las noches de derrapista y a las tías superfluas del teatro de revista" ("El místico"). El resto de la banda también tendrá su tiempo para lucirse, sobre todo en la intros de "Dios y mis nalgas al bar" y de "La piba de La Paternal", en ambas con una gran participación de Julián Esposito y su saxo, uno de los puntos fuertes (y distintivos) de la banda.
El disco cuenta con la producción artística de Mario Siperman (Los Fabulosos Cadillacs) y el arte gráfico de Daniel “Semilla” Bucciarelli (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota).
Los medios pierden demasiado tiempo intentando demostrarse objetivos. Y nunca lo van a lograr.
viernes, 25 de febrero de 2011
viernes, 18 de febrero de 2011
“Las horas no pasan lentas”, de Chau Pekín
En los últimos años el crecimiento del llamado Rock Rioplatense (esa mezcla de rock, reggae, ska, candombe, cumbia, y algo más), creció exponencialmente. El éxito multitudinario de Los Piojos (pos Tercer Arco), Bersuit (pos Santaolalla), la migración de bandas símil de Uruguay (La Vela Puerca, No Te Va Gustar) sumado a la resurrección del ska como ritmo juvenil/protestón/divertido crearon el terreno fértil para el surgimiento de un sinfín de bandas similares. A causa de esto, a veces se hace difícil encontrar una que, cumpliendo todo lo anterior, tenga algo diferente, distintivo, o al menos, interesante.
Entre todas estas bandas, una que muestra algo (diferente, distintivo y/o interesante queda a la elección
del oyente/lector) es Chau Pekín. El año pasado, el grupo conocido (o al menos escuchado sin saberlo por la mayoría) por la cortina de “Metro y medio” (una de las mejores de la radiofonía argentina, después de la de “Otra Vuelta”, a manos de Teófilo Deveaux), sacó su disco debut, “Las horas no pasan lentas”.
En este, la banda incursiona en los diferentes estilos con una variada instrumentación que incluye guitarras, bajo, batería, percusión, trompeta, charango, teclados, sintetizador, saxo, clarinete y armónica. Y esto se ve acrecentado por la buena voz de Diego Litmanovich, mezcla de rockera y tanguera, el gran nivel (y extensión) de las letras, y los arreglos de vientos que adornan casi todas las canciones del disco.
De esta manera, Chau Pekín sumerge en los primeros siete temas al oyente en una especie de degradé musical, que va desde el rock contestatario “Romper el código” (“Yo vi morir, Yo vi matar con abuso de la autoridad”), pasa por el ska despechado “Que no”, sigue con un ska mid tempo (o un reggae fast) homenaje al día polémico de la semana en “Domingo”, para bajar un poco más en el reggae “La feli´”, (dedicado a Mar del Plata, claro), subir apenas en el candombe “Copetear un charlatín” (“De nuevo se fueron transformando en viejos, con la textura de aquel sauce tan llorón rugoso como solamente se hace el vicio de tragar tiempo sin amor") , y usar el tangazo “En un tiro sí” como una previa a la cumbia “Muchacha”, en la que cuenta en cinco minutos la, mil veces hecha novela, historia de amor entre estratos sociales (“Yo sé que pensás que somos de clases sociales tan diferentes, la gente te miente somos lo mismo y lo mismo son. Ambos venimos de un vientre y necesitamos respirar”). Y, como si eso fuera poco, el sumun llegará minutos más tarde, cuando en “Quebrado”, Litmanovich le cante a las bondades del infierno mental del abandonado (“Mirando al cielo para reciclar consuelo imagine en reflejos la silueta de dios. Y me escupió con una lluvia de granizo hizo lo que quiso y no pidió perdón").
Un disco completo. Para los puristas es recomendable mantenerse alejados, pero los adeptos a la música fusión encontrarán en “Las horas…” una obra atractiva, y en Chau Pekín un buen representante del Rock Rioplatense (aunque esto quedaba a su elección).
Entre todas estas bandas, una que muestra algo (diferente, distintivo y/o interesante queda a la elección
del oyente/lector) es Chau Pekín. El año pasado, el grupo conocido (o al menos escuchado sin saberlo por la mayoría) por la cortina de “Metro y medio” (una de las mejores de la radiofonía argentina, después de la de “Otra Vuelta”, a manos de Teófilo Deveaux), sacó su disco debut, “Las horas no pasan lentas”.
En este, la banda incursiona en los diferentes estilos con una variada instrumentación que incluye guitarras, bajo, batería, percusión, trompeta, charango, teclados, sintetizador, saxo, clarinete y armónica. Y esto se ve acrecentado por la buena voz de Diego Litmanovich, mezcla de rockera y tanguera, el gran nivel (y extensión) de las letras, y los arreglos de vientos que adornan casi todas las canciones del disco.
De esta manera, Chau Pekín sumerge en los primeros siete temas al oyente en una especie de degradé musical, que va desde el rock contestatario “Romper el código” (“Yo vi morir, Yo vi matar con abuso de la autoridad”), pasa por el ska despechado “Que no”, sigue con un ska mid tempo (o un reggae fast) homenaje al día polémico de la semana en “Domingo”, para bajar un poco más en el reggae “La feli´”, (dedicado a Mar del Plata, claro), subir apenas en el candombe “Copetear un charlatín” (“De nuevo se fueron transformando en viejos, con la textura de aquel sauce tan llorón rugoso como solamente se hace el vicio de tragar tiempo sin amor") , y usar el tangazo “En un tiro sí” como una previa a la cumbia “Muchacha”, en la que cuenta en cinco minutos la, mil veces hecha novela, historia de amor entre estratos sociales (“Yo sé que pensás que somos de clases sociales tan diferentes, la gente te miente somos lo mismo y lo mismo son. Ambos venimos de un vientre y necesitamos respirar”). Y, como si eso fuera poco, el sumun llegará minutos más tarde, cuando en “Quebrado”, Litmanovich le cante a las bondades del infierno mental del abandonado (“Mirando al cielo para reciclar consuelo imagine en reflejos la silueta de dios. Y me escupió con una lluvia de granizo hizo lo que quiso y no pidió perdón").
Un disco completo. Para los puristas es recomendable mantenerse alejados, pero los adeptos a la música fusión encontrarán en “Las horas…” una obra atractiva, y en Chau Pekín un buen representante del Rock Rioplatense (aunque esto quedaba a su elección).
Etiquetas:
chau pekín,
crítica,
discos,
las horas no pasan lentas,
música
jueves, 10 de febrero de 2011
“Solo un momento”, de Vicentico
Luego de la gira de reencuentro de Los Fabulosos Cadillacs, se podía suponer que el nuevo disco de Vicentico como solista traería reminiscencias de la banda que lidera, con parates varios, desde 1984. Pero no. “Solo un momento” está impregnado de un sonido sesentoso/setentoso más cercano al de los cantantes melódicos (Leonardo Favio, Nino Bravo, Sandro, etc) que siempre admitió que admiraba (incluso hay una gran versión de “Sabor a nada” de Palito Ortega). Y si bien desde su primera incursión solista ya había mostrado una tendencia hacia estos ritmos (en “Vicentico” grabó “Algo contigo”), en este nuevo disco los explota al máximo.
Las letras, casi todas de su autoría, salvo la mencionada y algunas que cuentan con el aporte inagotable de Cachorro López, que además de ser el productor, colabora en bajo, guitarra y sintetizadores, muestran el mejor nivel poético de Vicentico en su etapa solitaria. Entre ellas, se destacan “Ya no te quiero” que mezcla un teclado de aquellos tiempos con una guitarra bien rockera, la ranchera de desamor, “Escondido”, y, la gema del disco, “Cobarde”. En el disco también participan Sebastián Schön (teclados, guitarras acústica y eléctrica, saxo tenor, programación), Juan Blas Caballero (teclados, programación), Dany Ávila (batería), Silvio Furmanski (guitarras eléctrica y acústica), y, como invitados, su hijo Florián Fernández Capello pone sus guitarras en "El rey del rock & roll", y Martín García Reinoso con guitarra eléctrica en "Escondido".
En una sociedad donde la crispación (el término más utilizado en los últimos tiempos) contra el que piensa o hace algo diferente es casi ley de vida, Vicentico se anima a más, se ríe de los prejuicios, suelta su lado intimista, y regala uno de los mejores discos de 2010.
Las letras, casi todas de su autoría, salvo la mencionada y algunas que cuentan con el aporte inagotable de Cachorro López, que además de ser el productor, colabora en bajo, guitarra y sintetizadores, muestran el mejor nivel poético de Vicentico en su etapa solitaria. Entre ellas, se destacan “Ya no te quiero” que mezcla un teclado de aquellos tiempos con una guitarra bien rockera, la ranchera de desamor, “Escondido”, y, la gema del disco, “Cobarde”. En el disco también participan Sebastián Schön (teclados, guitarras acústica y eléctrica, saxo tenor, programación), Juan Blas Caballero (teclados, programación), Dany Ávila (batería), Silvio Furmanski (guitarras eléctrica y acústica), y, como invitados, su hijo Florián Fernández Capello pone sus guitarras en "El rey del rock & roll", y Martín García Reinoso con guitarra eléctrica en "Escondido".
En una sociedad donde la crispación (el término más utilizado en los últimos tiempos) contra el que piensa o hace algo diferente es casi ley de vida, Vicentico se anima a más, se ríe de los prejuicios, suelta su lado intimista, y regala uno de los mejores discos de 2010.
Etiquetas:
crítica,
discos,
solo un momento,
vicentico
viernes, 4 de febrero de 2011
"Jauría", de Jauría
"Es claro el reglamento a seguir, está muy claro que no hay reglamento. No hay una lógica. Instinto animal: ¡Vida de perros siempre en libertad!", grita Ciro Pertusi desde "La Jauría", tema que cierra el disco debut de Jauría (sí, les conté el final), la nueva banda que armó junto a Esteban "Pichu" Serniotti (ex Cabezones), Mauro Ambesi (ex De Romanticistas Shaolin’s) y Ray Fajardo (ex El Otro Yo). Esta bandera que levantan de libertad acompañada recorre el disco, y es uno de los objetivos/motivos de esta nueva etapa.
Si hay una diferencia notable con los últimos trabajos de Attaque 77 (es imposible no buscarlas) es la ausencia de baladas. Pareciera ser que la nueva banda hizo reflotar en Ciro (¿o será unos de los motivos de su alejamiento?) su lado punk, y volver a sus primeros años más rabiosos.
Así, entre la batería de Fajardo, que siempre golpea en el momento exacto, la fuerza de la guitarra de Serniotti y el bajo preciso de Ambesi, Ciro vuelve a lucirse como voz líder y muestra un gran nivel compositivo.
Las letras, casi todas del ex cantante de Attaque, pasean entre la historia ("Indios Kilmes", "El tiempo" dedicada a Soledad Rosas y "Tosco"), la crítica social ("Guerra en las galaxias", "Religionaré", tema de los De Romanticistas Shaolin’s, y uno de los mejores del disco), el amor en sus diferentes formas ("Morgue Corazón", letra de Fajardo, "Astros Bajo el Mar", "Shangri-la") y, claro, del cierre de una etapa ("No hay dudas, se siente, es ese olor a muerte de amor que está muriendo y de miradas que no dicen nada más que fin").
Sin grandes novedades, “Jauría” (tanto el disco como la banda) es la excusa para el regreso y reunión de estos músicos que en algún momento perdieron el rumbo dentro de sus anteriores grupos (“El tema de la salida de nuestros grupos fue para volver a ser nosotros mismos”, dijo Ray en una entrevista en Rolling Stone) y que ahora lo vuelven a encontrar en “la jauría de la libertad”. Y esta nueva libertad, al menos por ahora, les sienta bien.
Si hay una diferencia notable con los últimos trabajos de Attaque 77 (es imposible no buscarlas) es la ausencia de baladas. Pareciera ser que la nueva banda hizo reflotar en Ciro (¿o será unos de los motivos de su alejamiento?) su lado punk, y volver a sus primeros años más rabiosos.
Así, entre la batería de Fajardo, que siempre golpea en el momento exacto, la fuerza de la guitarra de Serniotti y el bajo preciso de Ambesi, Ciro vuelve a lucirse como voz líder y muestra un gran nivel compositivo.
Las letras, casi todas del ex cantante de Attaque, pasean entre la historia ("Indios Kilmes", "El tiempo" dedicada a Soledad Rosas y "Tosco"), la crítica social ("Guerra en las galaxias", "Religionaré", tema de los De Romanticistas Shaolin’s, y uno de los mejores del disco), el amor en sus diferentes formas ("Morgue Corazón", letra de Fajardo, "Astros Bajo el Mar", "Shangri-la") y, claro, del cierre de una etapa ("No hay dudas, se siente, es ese olor a muerte de amor que está muriendo y de miradas que no dicen nada más que fin").
Sin grandes novedades, “Jauría” (tanto el disco como la banda) es la excusa para el regreso y reunión de estos músicos que en algún momento perdieron el rumbo dentro de sus anteriores grupos (“El tema de la salida de nuestros grupos fue para volver a ser nosotros mismos”, dijo Ray en una entrevista en Rolling Stone) y que ahora lo vuelven a encontrar en “la jauría de la libertad”. Y esta nueva libertad, al menos por ahora, les sienta bien.
Etiquetas:
Ciro Pertusi,
Jauría,
Ray Fajardo,
Serniotti
Suscribirse a:
Entradas (Atom)