
Ya los primeros acordes del disco ("Acertijos"), con el charango de Luciano Katz como apertura, es una muestra de la búsqueda constante de sonidos que caracteriza a la banda y de la heterogeneidad que le da la diversidad de voces. Incluso Katz, que ya había participado como compositor, en este se anima y se pone al frente unos minutos en "Alma en pena".
Dentro de esta variedad, y haciéndole honor a su pasado, Pampa incursiona en el ¿jazz?, ¿ska?, en "Mediotización", con su dura crítica a los medios ("mediatización, que idiotiza la razón. Llanura intelectual, stress express"), en la cumbia ("Que bien te va"), la chacarera ("Paisano del adoquín"), y el rock más cancionero, en la melancólica "Viejos conocidos".
Sin embargo, lo mejor aparecerá cuando el cantante, Hernán Saravia, se ponga introspectivo, y exorcice viejos (o no tanto) fantasmas en "Arlequines", unas de las gemas, no solo del disco sino de la historia de Pampa, que está musicalizada a la perfección, y que genera uno de los climas más intensos y oscuros del disco.
Con casi diez años de trayectoria, en este nuevo material, que cuenta con la producción de "Pepe" Céspedes y "Osky" Righi (Bersuit Vergarabat), Pampa Yakuza muestra una clara evolución en su sonido y se consolida como una de las bandas más importantes del under local.