Que hablen de una isla y no pensar automáticamente en Lost, hoy en día, es casi imposible (sobre todo a 4 capítulos del final). Sin embargo, Martin Scorsese adaptó La Isla Siniestra (Shutter Island), novela de Dennis Lehane (Gone, Baby, Gone y Río Místico), le dio, al menos por un rato, otro sentido a la isla y armó una de las sorpresas cinematográficas en lo que va del año.
En esta, el niño mimado de Scorsese, Leonardo DiCaprio, encarna a Teddy Daniels, un comisario que viaja para buscar a una peligrosa paciente que se escapó del hospital psiquiátrico y está suelta por la isla (una especie de Alcatraz psiquiátrica).
Pero desde su llegada, Daniels se encuentra con historias de conspiraciones, intrigas, enigmas y los fantasmas de un pasado tormentoso que empiezan a complicar los intentos por develar el caso. Con lo único que cuenta es con los testimonios de los testigos, que en su mayoría son los internos del hospital y sus delirios, y, como si fuera poco, un fuerte temporal azota la isla y no permite que nadie salga de la misma.
De esta manera, Scorsese arma un thriller psicológico en el que hay que meterse en la cabeza de cada uno de los personajes para intentar descubrir quienes dicen la verdad y quienes mienten, y en el que la realidad y las realidades mentales se mezclan constantemente confundiendo tanto a Daniels como al espectador que tendrá que esperar hasta el último momento para comprender. Y quizás, aún terminada la película, le quede alguna duda.
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