El cantautor Pablo Dacal acaba de editar su debut solista, "El Progreso". Aunque en realidad, hablar de solista es faltar un poco a la verdad.
Luego de encabezar a La Orquesta de Salón con la que editó dos álbumes ("13 Grandes Éxitos" en 2005 y "La Era del Sonido" en 2008), parece haberle quedado el vicio de la orquesta y convocó a más de 20 músicos (entre los que se encuentran el guitarrista Carlos Vandera, el multiinstrumentista y productor Ezequiel Cutaia, y las participaciones estelares de Fito Páez, Palo Pandolfo y Fernando Samalea) y una cantidad similar de instrumentos.
De esta manera, Pablo Dacal y cía. se sumergen en una variedad sonora y estilística en la que predomina un clima melancólico, acrecentado por la fuerte presencia de guitarras acústicas y las letras ad hoc (“Puede ser, es verdad, este mundo quiere terminar, mientras te vas de mí").
Dentro de un pop cancionero, Dacal (y cía., claro) se lucen mostrando una gran versatilidad adornada a la perfección por la diversidad de arreglos que incluyen vientos, cuerdas y percusión de todo tipo. Así el disco muta de la crudeza pura de "Mi Voz" a la experimentación lisérgica de "Psicomagia", pasando por momentos intimistas (“Intenso momento creativo”, “La respuesta”), y algunos festivos como en “Lo que está sonando”, tema con reminiscencias del Páez (con participación del mismo) de “El mundo cabe en una canción”, y a quién citará, inconscientemente o no, en “Canción de hoy” (“Mi mundo es una canción”). Y es este último concepto el que pareciera querer explotar Dacal: la canción como contadora de historia, como declaradora de principios, como reflejo de la vida (propia y ajena). La canción como progreso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario