En el disco aparecen una serie de homenajes (o algo así) como una versión salvaje de “11 y 6”, (“y en el baño de un bar sellaron todo con un saque”), más cercana a su segunda parte, “El Chico de la tapa”, una mini “Before they make me run” de The Rolling Stones, “It's all too much” de The Beatles junto a “Obladi oblada” hecha cha cha cha, la Triple versión de “Sporting life” de Eric Clapton , y “Plegaria para un niño dormido” de Almendra, quizás la más rescatable de estas. Por otro lado, la época camboyana más oscura queda plasmada en las canciones (o algo así) “Demolition Time”, “Duelo de gañanes”, “El Blues de Don José”, “El Gran Cachafaz”, “Iggy Pop”, “Moquete moqueador” y “No time for loosers”, en las que se mezclan frases, sonidos, riffs, distorsiones y demás, por momentos de forma nociva para el oyente.
Pero las cinco canciones que completan el disco son bien salmónicas, y en estas Calamaro regala un poco de su genialidad (o algo así): “Devuélvanme mi nariz”, una crisis matrimonio/personal; “La Sabol (poder dormir)”, la más interesante del disco; la cumbia “Los Animales” con el lenguaje Calamariano en su plenitud; “Patrón de mil mates”, un rock pesado junto a su socio Scornik; y “Subversivo”, otro rock contestatario adornado con sonidos futuristas.
En “El Salmón”, y la época posterior “Radio Vaticano” con sus ¿cientos? ¿miles? de ineditóxicas, Calamaro mostró en su totalidad la libertad del músico-creador, y, sobre todo, su capacidad creativa/creadora. Hoy, diez años después, esa etapa sigue dando sus frutos (o algo así).
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